AMLO aún ni es presidente y ya tiene encima todas las responsabilidades y culpas que carga uno de ellos. Por supuesto, su decisión de viajar en aviones de gente común lo provoca retrasos porque tiene que parar a tomar fotos con toda la bandita que la sigue cotorreando, que hasta hace fila por una selfie con el viejito.
Haber sido el presidente con más votos en la historia de México no parece haber sido gratuito. La gente lo trata como verdaderamente un tlatoani que se pasea por el mercado de Tlatelolco sin cuidar su cartera o su joyería de jade.
Y él, por supuesto, se deja querer y no tiene empacho en tomarse fotos con todos los que se acercan al lugar donde espera pacientemente a que su vuelo no se retrase y pueda llegar a tiempo a sus citas.
El entusiasmo de la gente es genuino, así como sus ganas de servir a eso que él llama pueblo y que está dentro y fuera del Aeropuerto Internacional de México. ¿Se han preguntado qué podríamos hacer si cobrar un peso por cada foto que se toma? Uff. Adiós deuda.
Aunque todavía no entra en funciones, parece que toda la gente ya olvidó que se trata del presidente electo y que quien sigue gobernando es Enrique Peña Nieto, que anda en gira de despedida y hasta contestando mensajitos en Instagram, uniéndose al #ThaliaChallenge como si fuera tu tía la que vive en Coyoacán, como si hubiera sido un presidente buena onda y no el que decía que ningún chile nos emboba.
Como sea, esperemos que al viejito no le de nada malo de tomarse tantas fotos. Porque si es sentado, le puede doler su columna, si son parados las várices puede atacarlo y, no, no. Ya tenemos suficientes tragedias en este país como para que se lesiones el futuro presidente.