La mayoría de los extranjeros que vean estas fotos, no sentirán nada pero tú, que eres mexicano y viviste entre los ochentas y los noventas, vas a derretirte de nostalgia.
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Abramos de una vez la caja de los recuerdos para llorar juntos por los tiempos pasados que eran más sencillos y felices, y más porque no debíamos pagar renta ni vernos con un contador cada mes, ni hacer esas cosas que odiamos como adultos.
¿A poco no recuerdas esos parches del Osito Bimbo que se vendieron en el Mundial de hace ya un buen par de ayeres?
Se planchaban en tu playera y la arruinaban para siempre. ¡Era un buen deal!
Quien no haya probado una de estas cosas en la cooperativa de la escuela, no tuvo infancia.
Menos el subnormal que no sudó con las catafixias de En Familia con Chabelo.
Niños ricos y pobres, todos disfrutaron aventuras de lucha con estos muñecos que, tristemente, ya están desapareciendo.
Cuando veas uno ¡cómpralo!
TVO, un gran programa de concursos con un chingo de canciones con líricas llenas de mensaje y buena ondita.
Aquí Liza Echeverría súper rifaba junto a las teveítas.
Cajitas Sonric’s: gran parte de nuestra infancia se resumió en ir coleccionando cada figurita que nos salía de ellas.
Estos avioncitos, que aún podemos ver en venta en algunas jugueterías y con los vendedores que luego nos acosan en La Marquesa, también nos volvían locos cuando éramos niños.
Los Raspatitos eran deliciosos, lástima que se fueron y años más tarde regresaron con este empaque que en nada se parece al que conocimos de cartón blanco y la sencilla ilustración de un pato.
Antes de Wikipedia y Encarta, estuvieron las increíbles monografías que nos resumían sucesos importantes de la historia, la vida y todo lo demás.
No existe un juego de geometría de estos que haya sobrevivido el primer día de clases.
O Atlas de México de la SEP que cupiera sin doblarse en nuestras pesadísimas mochilas.
Y sí, antes de Netflix, las familias enteras tenían que ir a un Macro Videocentro para disfrutar de sus películas favoritas en casa.
Hielocos, neta ¿qué niño mexicano no quiso o tuvo al menos uno de estos perdido por ahí?
Si alguien nos enseñó acerca del poder de la creatividad, fue esta mujer.
En pocas casas faltó un vinilo de esos rojos de Odisea Burbujas.
O ya de perdida, uno de Cri-Cri, el Grillito Cantor.
De niños no nos faltó una tía que tuviera algo (lo que fuera) de Precious Moments, en su aburrida casa de tía donde no había nada chido para jugar ni divertirse.
En serio, ¿de dónde salieron estos dulces y porqué están tan buenos?
¿Ya completaste tu álbum de Russia 2018, treintón? ¿A poco no prefieres los primeros de Dragon Ball Z que tuvimos que llenar sin ayuda de grupos de Facebook o WhatsApp?
¡Paren ya con la nostalgia!
Sí, casi todo niño jugó con una de estas cosas al menos una vez en la vida.
“Querido Lucas, mi dulce compañía. No nos desampares ni de noche ni de día”.
Los triangulitos de Boing, ¿aún los venden? Era una experiencia disfrutarlos, inflarlos y tronarlos.