El colibrí, también conocido como picaflor, es un ave con un encanto peculiar. Su largo pico, su aleteo veloz y sus vibrantes colores la han convertido en una de las aves consentidas de las abuelitas. No falta quién le ponga su agüita con azúcar en la ventana para atraerlos y poder apreciar su belleza de cerca.
Es un ave tan particular que existe una leyenda maya para explicar su origen.
La leyenda cuenta que cuando crearon la Tierra y todo lo que hay en ella, los dioses mayas le dieron una misión a cada animal, cada árbol y cada piedra. Al terminar, se dieron cuenta de que a nadie le habían asignado la tarea de llevar los deseos y pensamientos de un lugar a otro.
El barro y el maíz se les había terminado, así que no tenían con qué crear otro animal. Lo que hicieron fue tomar una piedra de jade y tallar una flecha. El resultado fue una flecha diminuta. Cuando estuvo lista le soplaron y esta salió volando. Así es como nació el tsʼunuʼun o colibrí.
El resultado fue maravilloso. Las alas del colibrí reflejaban todos los colores cuando se bañaba con los rayos del sol. Era extremadamente ligero y frágil, lo cual le permitía acercarse a las flores más delicadas sin mover ni un solo pétalo.
Los hombres, maravillados por su belleza, quisieron atraparlo; querían usar su plumaje como adorno. Eso hizo enojar a los dioses, los cuales amenazaron con castigar a aquel que lo atrapara.
Esa es la razón por la cual, los colibríes siguen, hasta la fecha, siendo un ave que nadie se atreve a encerrar en una jaula.
La leyenda también dice que si te encuentras con un colibrí, es porque alguien te ha mandado amor y buenos deseos. Aunque también podría aparecerse para advertirte si alguien te está deseando el mal.
Si un colibrí vuela sobre tu cabeza, es porque está tomando tu deseo, que llevará a otra persona. Así que trata de enviar buenas vibras.