La bella y la anguila, o cómo gustarle a los peces

Esta es una historia de amistad, no de amor interespecie, ¡cerdo!

Valerie May Taylor es una experta en tiburones, buza, fotógrafa subacuática y tiene una amiga anguila. O por lo menos eso es lo que aparentan.

 

En el siguiente video, se escucha la voz de Valerie narrando su relación con una morena muy especial. Taylor cuenta como durante años visitó a la morena en su casa. Sin embargo, durante todo ese tiempo la morena moteada -o sea, la anguila, Valerie es rubia- ignoró fríamente a su visitante humana.

 

Un día, la buza volvió a visitar a su no-amiga para chismear bien a gusto y de repente, la morena salió de su cuevita-casa. Pero no sólo salió porque sí, la anguila nadó alrededor de Taylor, incluso restregándose entre sus piernas y el rostro, cual gatito. Desde entonces, cada que la morena ve a la buza, nada a su encuentro.

 

No importa si Valerie tarda todo un año, o tres, en visitar a su cuatacha-pez, el comportamiento es el mismo. La morena no sólo come de las manos de la buza, también le encanta ser acariciada. O por lo menos eso es lo que aparenta.

 

¿Puede un pez querer a un humano?

Las anguilas son animales -evolutivamente hablando- muy primitivas y tampoco son sociales. Es poco probable que de hecho puedan crear fuertes lazos de amistad. Es más, interpretar el comportamiento de la morena de esta manera es un vicio intelectual llamado antropomorfismo, es decir, acuñarle pensamientos o emociones humanas a cosas o animales. Claro, negarle emociones o pensamientos a lo no-humano también es un vicio intelectual.

 

Sin embargo, lo único que Taylor aseguró es que le gusta a la anguila. Quizá no como amiga, pero evidentemente algún estímulo positivo las relaciona.

 

Los ojos de un pez no son peculiarmente expresivos, pero mientras no tengamos poderes telepáticos, realmente no sabemos qué sucede en sus cabezas.