“Normal” es un constructo social para normalizar y normatizar ciertas conductas afines con ciertas morales (afines con ciertas economías). Lo que se sale de lo normal es un marginado, un paria, un perdedor o un freak; la casta más baja de la humanidad; los sin voz; los sin cara.
Sin embargo, salir de la norma no es necesariamente tan malo y si algo nos enseñan la mayoría de estas películas es que quizá caer fuera de la normalidad no es tan malo (o quizá es lo peor que te pueda pasar… el futuro es incierto).
ParaNorman (Chris Butler y Sam Fell, 2012)
Norman es un niño que sufre no solo el ostracismo emocional de sus compañeros de escuela, sino también de su familia. Norman no es un niño “normal”, pues tiene el don de la necromancia: ve y habla con los muertos.
Aunque de humor ligero, esta película (realizada con la técnica de animación cuadra por cuadro, una técnica “marginada” por la animación digital) es una carta de amor al cine de terror y tiene un inesperado y emocional giro final que la llena de corazón y hará que la historia se quede contigo hasta la tumba.
Superbad (Greg Mottola, 2007)
Inspirados –vagamente– en su propia (e incómoda juventud) Seth Rogen y Evan Goldberg escribieron una comedia inteligente (cosa poco común pero que siempre se agradece) y completamente digna de ver sobre uno de los tropos más pedestres: el sexo y la pérdida de la virginidad como el rito de maduración y de validación de la hombría… y además los protagonistas son unos perdedores… pero perdedores perdedores.
Hedwig and the Angry Inch (John Cameron Mitchell, 2001)
Hedwig, el personaje titular, es un puente (¿o una pared?) entre el este y el oeste, la libertad y la esclavitud, hombre y mujer y protagoniza un icónico relato sobre saberse incompleto, estar perdido entre las ambivalencias de la vida y buscar aquello que sientes que te falta. ¿Lo encontrará?
Hedwig nació como un show Off-Broadway (la prima fea de los musicales más producidos y famosos de Broadway) que era una mezcla de tocada, performance, teatro musical y stand up comedy. Dirigida y protagonizada por eternamente joven John Cameron Mitchell, la letra y la música del excelso e imperdible soundtrack fueron escritas por Stephen Trask.
The Rocky Horror Picture Show (1975)
Imagínate que te echaste un coctel de drogas y de diferentes tipos de alcohol, te pones hasta las shishis y vomitas todo lo que te metiste. The Rocky Horror Picture Show es eso, pero en vez de drogas y alcohol, es un tributo/pastiche de películas de ciencia ficción, serie B y terror, todo mezclado en una fantasía/pesadilla queer y con un soundtrack absolutamente pateatraseros. ¿Has escuchado a Tim Curry (sí, el primer payaso Pennywise) cantar? Pues es absolutamente pateatraseros.
Tokyo Godfathers (Satoshi Kon, 2003)
Tres indigentes con pasados oscuros se encuentran a una bebé abandona entre la basura de Tokyo en plena víspera de Navidad.
A través de los más marginados de la sociedad, los más sucios e indignos, Satoshi Kon (Perfect Blue, Millennium Actress, Paprika) nos cuenta un cuento de navidad sui generis, con momentos muy oscuros, pero ulteriormente un recorrido emocional que te dejará sintiendo cositas bien bellas en el kokoro.
Angel-A (Luc Besson, 2005)
Cuando odias todo lo que eres, cuando estás ahogado en problemas, cuando eres menos que nada, ¿se antoja que venga un Deus ex machina a salvarte, o no?
Lástima que en la vida real los dioses nos hayan abandonado, pero en su ausencia la enigmática Rie Rasmussen llega cual ángel guardián a regresarle un lugar en el mundo a Andre (interpretado por Jamel Debbouze).
Monster (Patty Jenkins, 2003)
Aquí esta lista se empieza a poner oscura, muy oscura. El sistema está podrido. El mundo es sistemáticamente brutal y violento contra ti. ¿Tiene un límite la legítima defensa? ¿Hasta dónde llega?
La historia de Aileen Wuornos es desgarradora, trágica y el lado más violento y pesimista de las consecuencias de pisar a los de “abajo”, en este caso, una prostituta.
Gummo (Harmony Korine, 1997)
Gummo tiene una calificación de 33% en Rotten Tomatoes y 19/100 en Metacritic, pero aún así es una película de culto, ¿por qué? Porque a los más freaks de los freaks sí nos identificamos con el hiperrealismo distópico.
Ubicada en un recientemente destruido (tornado) suburbio pobre de Estados Unidos, esta película retrata un collage absurdo y grotesco de los residuos del pop gringo; la basura de la basura revolcándose en más basura y sumida en círculos viciosos de destrucción.
Mini spoiler alert: ningún animal fue lastimado durante la filmación de esta cinta, aún así, amantes de los animales, preparen el estómago.
Santa Sangre (Alejandro Jodorowsky, 1989)
¿Cómo describir Santa Sangre de Jodorowsky? ¿Es una película sobre un circo psicodélico? ¿Sobre sectas religiosas? ¿Sobre la pérdida de la inocencia? ¿Sobre el arte como comunicación? ¿O sobre el trauma y la locura? Es un poco de todo, pero sea lo que sea, su música, su estética y sus escenas se quedarán contigo (y no siempre para bien).
Freaks (Tod Browning, 1932)
La película de freaks, parias y marginados por excelencia: Freaks. En sus tiempos escandalizo porque entre sus actores había muchos fenómenos de circo reales; “enanitos”, “retrasados” con cabezas subdesarrolladas, la mujer barbuda, siamesas y un hombre “muñón” sin piernas ni brazos que puede armar, encender y fumar sin ayuda sus propios cigarrillos.
Freaks presentaba un simultáneamente tierno y desconcertante relato sobre quiénes son realmente los monstruos de nuestra sociedad y es el clásico de culto imperdible que nos dio este icónico momento cinematográfico que sigue vigente en nuestra cultura pop: