Recomendación semanal: ver Black Panther para patearle el trasero a Trump

¿Por qué importa ver Black Panther?

Podrán pensar que esto es una simple propaganda.

Podrían decir “¿Qué pedo? ¿Por qué nos recomiendan una película de superhéroes?”

Y la respuesta es sencilla: Black Panther no es nada más una película de superhéroes.

¿De dónde sale este personaje?

El personaje de T’Challa, Rey de Wakanda, la Pantera Negra, nació por allá en los años sesenta de las mentes retorcidas del gran Stan Lee y del genial -descanse eternamente en la locura cósmica- Jack Kirby.

En el segundo número en el que aparece el héroe africano, Fantastic Four #53, T’Challa cuenta su historia de origen.

Su padre era el rey de una nación africana completamente aislada que tiene una riqueza impresionante: un metal que sólo existe en su montaña sagrada, el vibranium.

Para que se den un quemón, en las cifras de la película, un kilo de vibranium cuesta mil millones de dólares.

Con este antecedente, Wakanda es una nación inmensamente rica pero inmensamente amenazada. De hecho, un villano (Ulises Klaw) intenta robarse el vibranium de la nación africana y, en el proceso, mata al padre de T’Challa.

Después de vengarse y arrancarle la mano, el joven príncipe se convierte en rey.

Su tribu lo manda a estudiar a las mejores universidades de Estados Unidos y el mundo; y, al regresar, pasa pruebas de batalla y hombría para convertirse en el rey de Wakanda.

Como dirigente, T’Challa esconde las fronteras para evitar la intervención extranjera. Al mismo tiempo, vende vibranium a científicos del mundo y vuelve a su nación inmensamente próspera y rica.

¿Qué quiere decir todo esto?

La nación de Wakanda es una nación africana que se convierte en el país más rico y avanzado tecnológicamente del mundo.

¿Se imaginan eso?

¿Que una nación africana diminuta sea más poderosa tecnológica y económicamente que Estados Unidos?

Es una belleza pensar eso.

Y esta belleza ya era problemática en los cómics de finales de los años setenta.

Para esos momentos, las historietas, supuestamente para niños, empezaban a hablar de pedos políticos serios:

¿Wakanda iba a ser aliada de los gringos o los rusos?

¿Iban a comerciar con todos el vibranium?

¿Se convertirían en los nuevos portavoces de todo el tercer mundo?

Y la cosa se ponía más intensa si consideran que surgieron, después de este cómic y por coincidencia, los Black Panthers, un movimiento político en favor de los derechos raciales en Estados Unidos.

De hecho, fueron ellos los que protestaron en el Estadio de C.U. en las olimpiadas del 68.

Black Panther es el primer héroe africano y el primer superhéroe negro; no nada más en la historia de los cómics, sino en toda la cultura popular americana.

Por eso es tan único y por eso su desarrollo, en la historia más reciente de los cómics, muestra una identidad africana orgullosa, portada como bandera.

Por eso, también, esta nueva película es tan importante: representa un movimiento de identidad, un orgullo negro frente al racismo blanco en el vecino del norte.

Es una cinta que plantea, como lo hiciera ya el personaje de los cómics, que la tradición no es un rasgo de superioridad sino de identidad; no te da derecho a discriminar sino que da pie a compartir diferencias.

En Estados Unidos se sigue disculpando a policías que matan a negros desarmados y se sigue juzgando duramente a cualquier afroamericano que roba una coca en el súper.

Y Donald Trump es la figura misma de la intolerancia y el racismo actual que crece, día a día.

Imagínense la idea de un país africano al que Trump tendría que besarle el trasero para rogarles por sus riquezas.

Imagínense a un país africano que se presenta en la ONU para establecer lazos y derrumbar muros; para hablar de globalización y comercio internacional, de diplomacia y tratos entre países; dejando como idiotas a los gringos paternalistas, nacionalistas y proteccionistas.

Imagínense que Wakanda fuera real y que el mundo de los oprimidos tuviera una voz fuerte y clara para negociar contra muros, contra tratos comerciales imbéciles, contra el odio a migrantes y minorías.

La idea de Black Panther es poderosa y la película también se construye como una mentada de madre enorme a Donald Trump, a su ignorancia, a su racismo, a su voluntad de aislar su país y a su incomprensible poder.

Esta película y este personaje son mucho más que una historia de superhéroes: es una patada en el trasero a toda una élite americana despreciativa, paternalista y gentilmente racista.

Black Panther es una película que piensa la historia mientras te divierte; es política pura mientras te chingas unos kilos de palomitas.

Piénsenlo bien:

¿Hay algo mejor para dominguear mientras ves cómo le patean el trasero, aunque sea simbólicamente, a Donald Trump?