Shymatazz: Dinero, nostalgia y rencores. La mera verdad sobre las reuniones de bandas

Aaaah, reuniones de bandas. Los Lázaros de la industria musical. Aunque a decir verdad, es más común en la actualidad encontrar Lazaros que… aquellos personajes de la Biblia que nadie...

Aaaah, reuniones de bandas. Los Lázaros de la industria musical.

Aunque a decir verdad, es más común en la actualidad encontrar Lazaros que… aquellos personajes de la Biblia que nadie se molesta en revivir. No sé… Goliat, Sansón, Judas.

Lo que quiero decir es que la reformación de un grupo musical no es un suceso tan extraordinario como alguna vez lo fue en el pasado. En los últimos quince años hemos visto el regreso de Blur, Pulp, At The Drive In, Slint, Caifanes, Slowdive, Zurdok, Beach Boys, Refused, Hole, Misfits, Los Fresones Rebeldes, Spice Girls y un largo etcétera… de hecho, es más fácil hacer una lista de las que bandas que nunca hicieron las paces. The Smiths, Cocteau Twins, Talking Heads, mmm… Oasis. Parchís.

Aunque claro, por más rutinaria que sea la reunión de un grupo querido del siglo XX, dicho suceso sigue sin estar ausente de dramas (ver la historia de casi todos los mencionados).

https://www.youtube.com/watch?v=4v2kJIWca68

Tomemos el caso más reciente: The Smashing Pumpkins.

Es de notar que el nombre de los Smashing Pumpkins nunca ha caído en desuso (fuera de los periodos en los que Billy Corgan cree que puede sacar un disco bajo su propio nombre). Corgan está consciente de que “la marca” de la banda pega y vende, así que los calabazos se convirtieron en su vehículo para su proyecto musical solista.

Tal no fue el caso en los 90. O bueno, más o menos. No era un secreto que Corgan no solo escribía la mayor parte de las canciones, también tocaba casi todos los instrumentos en los discos. Algo así como Prince (si Prince fuera un morrito blanco de Chicago con pedos de inseguridad y tuviera que mantener a un puñado de drogadictos).

Pero ese puñado de drogadictos (de nombres Jimmy Chamberlin, James Iha y D’arcy Wretzky) tenían lo suyo. Además de haber estado ahí desde el inicio, también aportaban a la banda cierto magnetismo carismático y presencia de escenario que Corgan no hubiera podido replicar con una banda de apoyo.

Los Smashing Pumpkins reiteraban la idea de que no había cosa más chingona que podía hacer un adolescente de los 90 que tener su propia banda de rock.

Pero bueno, pasó lo que tenía que pasar. Peleas, rencores, drogas, despidos, algunas demandas, abogados. No obstante, a lo largo del nuevo milenio, los Smashing sobrevivieron como el proyecto vanidoso de Corgan. De vez en cuando salía un disco de nuevo material, cada uno más infumable que el anterior, pero la banda seguía siendo un éxito en vivo. Los setlists se apegaban a las canciones del Siamese Dream, Mellon Collie y el Adore y todos los fans contentos. ¿No?

Hay que darle crédito, Corgan supo sacarle provecho al nombre de los Pumpkins, encabezando festivales y moviendo a los integrantes de su alineación, puliendo la marca de la banda hasta transformarla en un espectáculo profesional.

Luego pasó que Corgan hizo las paces con el bataco Chamberlin, y luego pasó que Corgan hizo las paces con el guitarrista Iha. Era evidente y predecible a dónde iban a parar las cosas. Igual y el nombre de los Smashing Pumpkins nunca desapareció, pero el retorno del line-up clásico que nos dio Siamese Dream y Mellon Collie era una gira millonaria que cualquier promotor luchaba por vender. Si le funcionó a los Guns n’ Roses, por qué no a los Pumpkins.

Y bien, parecía que la bajista D’arcy también estaba contemplada para dicha reunión. De todos los integrantes, D’arcy era la que más problemas tuvo en los años posteriores a su salida de la banda, incluyendo un periodo tras las rejas y varias crisis por el abuso de alcohol.

Hace pocos días se dio a conocer que la reunión del classic line-up de los Smashing Pumpkins estaba por emprender una gira, aunque dicha gira no incluiría a la bajista.

Según fuentes cercanas a la banda, mientras D’arcy sigue viviendo y bebiendo como rockstar, sus ex-camaradas ya tienen otras cosas en mente, muy ajenos al compromiso artístico.

La gira de reunión es la mejor opción que tienen para hacerse de un ingreso generoso y así mantener a sus familias. Aquí ya nadie es un “artista creativo”, sino músicos profesionales, y eso implica dejar atrás los excesos de la juventud y el rockstar a cambio de aeropuertos, ensayos, juntas, promos, entrevistas, prensa, festivales, y tocar “Tonight, Tonight” y “Bullet With Butterfly Wings” un centenar de veces, porque esas son las rolas que la gente quiere escuchar. Y por supuesto, COBRAR.

Hasta donde yo sé, no hay ninguna pena en eso. Son músicos. Está perfecto que cobren por hacer lo que mejor hacen. Y si la gente está dispuesta a pagar miles y miles de pesos por un boleto, pues mejor para ellos.

Es fácil criticar la reunión de una banda como si fueran un grupo de vendidos. “¡Solo quieren sacarnos la cartera!” y todo eso, como si fuera un pecado ganarse la vida haciendo algo “fácil” como tocar música. Pero vaya, los músicos simplemente están respondiendo a una de las señales del mercado.

Por ejemplo, habrán miles de fans que paguen por ver a Liam Gallagher en vivo, pero hay MILLONES de fans dispuestos a pagar todavía más dinero por ver a Oasis de nuevo. ¿Qué más da si Liam y Noel tocan las mismas canciones que tocaban con Oasis? La gente prefiere ver el nombre de Oasis en su boleto de compra y quiere ver a los hermanos compartir el escenario, nada de bandas de apoyo.

Es un fenómeno raro si lo vemos desde un punto de vista objetivo -la música es música, no importa quien la haga- pero el fanatismo es todo menos objetivo.

Puede ser que haya algo de nostalgia que impulse el reencuentro de un grupo, y puede haber un sentimiento de recuperar las viejas amistades, pero vamos, si tienes la oportunidad de ganarte cinco veces más de lo que ganas con hacer algo tan fácil como cambiar el nombre de tu acto y tocar con un tipo que no has visto en veinte años y que ya ni recuerdas qué fue lo que hizo para cagarte… ¡pues va!

Oye, ya no tendrán la misma energía de cuando eran jóvenes, ni le pondrán tanta intensidad a la interpretación, pero como fans, es lo más cercano que tenemos a una máquina del tiempo.

No digo que prefiero mil veces ver a Black Sabbath que a Ozzy Osbourne, o a los Stone Roses que a Ian Brown, o a Neutral Milk Hotel que a Jeff Mangum, pero hay un encanto difícil de explicar cuando vemos a la banda cuyo nombre figura en la portada de nuestros discos favoritos. Es como si el fanatismo nos cegara de la verdad objetiva.

Y eso es algo con lo que puedo vivir.

P.D.: ¡Feliz cumpleaños, In the Aeroplane Over the Sea!