El regreso a clases no solo es para todos esos que disfrutaron las vacaciones en la ciudad, entre el smog con el que nacieron. También tus amigos foráneos, esos que sudan cerveza y sopa maruchan, atravesaron un largo camino para regresar a la dura realidad de la ciudad.
Y, bueno, sea como sea, todos terminaron entrando a la escuela diciendo adiós a ese periodo de vida en que flotas entre el no hacer nada y el querer hacer todo (pero te quedas en cama viendo series) hasta que el calendario te recuerda la cruda realidad.
Y aunque parezca que muchos chilangos te odian, amigo foráneo, en realidad te tienen envidia. Es difícil vivir en esta ciudad y no resentirla. A veces uno quisiera simplemente agarrar su caja de huevo San Juan e irse corriendo del tráfico.
Pero como todo, tiene su parte difícil. Ser foráneo es necesitar de una gran memoria, porque si algo se te olvida allá en el rancho… pues allá se quedó hasta que la suerte vuelve a llamar al hijx pródigx.
Eso sí, si se te llega a olvidar el despertador, o ponerlo después de un fin de semana de destrucción con cerveza, mucho mezcal y destilados de frutas extrañas, siempre estará ese mensaje mañanero de mamá, que extraña despertar a su pequeño retoño, para que no olvides que tienes clase a las 7:00 de la mañana.
Y desayunar para un día de foráneo en la escuela también se vuelve un reto. Ya no solo se trata de encontrar algo que te dure lo suficiente para no tener que gastar afuera, sino encontrar soluciones a problemas simples como no tener platos hondos.
Ya en la escuela hay que sobrevivir, y a veces la vida de foráneos es más complicada de lo que parece. Cuidar de ti mismo en un lugar que no conoces puede afectar tu rendimiento, y además hacerte pasar un semestre extra en la tierra desconocida.
Ni se diga de lo complejo que es combinar escuela y diversión. Ahí, en donde no están tus tías para reclamarte que te vieron con tus amigotes, es más fácil sucumbir ante el dios de la perdición y el Four Loko.
Pero también tiene sus contrapartes. Buscar un lugar se puede volver una travesía para terminar en un juego de Jumanji. Además, la tecnología no siempre es tan confiable… al menos no como las instrucciones de Don Chino, el wey que vende jugos en la esquina del cuarto donde rentas.
Con el tiempo te das cuenta de que hay más alumnos como tú, que tienen que aventarse la aventura educativa en un terreno que no conocen, donde todos sus amigos los abandonan para comer con sus abuelas los domingos.
Peeeeero… siempre es difícil vivir e ir a la escuela teniendo solo como cinco prendas, porque esas son las que caben en tu caja de huevo.
