Enclavada en la remota ciudad de Stávropol, al sur de Rusia, está la Escuela de Cadetes General Yermólov, un lugar donde niñas y niños rusos se entrenan en el uso de armas, vehículos y todo lo que tenga que ver con la defensa de la Madre Patria.
La mayoría de los alumnos de esta peculiar escuela son hijos de soldados, policías o agentes de servicios especiales de alguno de los brazos armados de la Federación Rusa, y su uniforme es el mismo que usaría un francotirador o un piloto de aviones de combate.
La disciplina es férrea. El día empieza con marchas que se extienden varios kilómetros. La mayoría de los niños carga su rifle AK o Dragunov a lo largo de todo el camino, junto a sus pertenencias, sumando un peso de aproximadamente 10 o 12 kilos sobre su espalda. La idea es enseñar disciplina.
Cuando un estudiante no está aprendiendo a desmontar un rifle de precisión de la era soviética o a usar y enrollar un paracaídas, se encuentra estudiando historia y cuando descansa, ora o va al baño. Las luces se apagan a las 10 de la noche y para entonces todos tienen que estar en su cama, reponiendo energías para el día siguiente.
Tanto niñas como niños reciben una instrucción militar idéntica, pues en esta escuela dirigida por Alekséi Kitrov, considerado uno de los 30 mejores directores del país, solo se espera excelencia, sin importar edad, ocupación, origen o sexo.
Uno pensaría que esta escuela sería para niños problema y que sus duras actividades son una forma de ventilar la energía de los jóvenes, pero no es así. De hecho, entre algunos rusos es considerado un verdadero honor ser aceptado, pues solo los mejores estudiantes son tomados en cuenta.
Según Kitrov, quien también es diputado de la cámara baja de la Federación Rusa, su escuela es motivo de orgullo nacional y toma su nombre por el general imperial ruso Alekséi Yermólov.
Los salones de clases en esta escuela son usados únicamente para el estudio de temas como matemáticas, física, historia, teoría bélica o química, pues las verdaderas aulas se encuentran en los bosques cercanos, donde los estudiantes, todos ataviados de trajes de camuflaje o color verde olivo, dependiendo su especialidad, tienen entrenamiento físico, aprenden a sobrevivir o realizan prácticas de tiro y guerra de guerrillas.
A veces especialistas de renombre y militares de alto rango visitan la escuela para impartir alguna que otra lección sobre historia o el honor que es servir a la patria. También hablan de cómo combatieron contra terroristas o rebeldes. El objetivo es inspirar a los jóvenes a hacer lo mismo.
Según uno de los fotógrafos oficiales de la escuela, entre su personal se encuentra un equipo de sicólogos que analizan las acciones y pensamientos de cada uno de sus estudiantes con el fin de detectar alguna conducta que pueda considerarse extraña o peligrosa para los demás. La idea es evitar que los conocimientos adquiridos en la escuela sean usados para otro fin que no sea la defensa de la Federación Rusa.
Cuando se cuestiona sobre la posibilidad de que haya accidentes durante el manejo de armas y explosivos, se explica que esto no sucede en la escuela, pues los instructores mantienen la disciplina en todo momento, con el máximo respeto por la pólvora, el acero, la dinamita y todo lo que se use para destruir cosas.
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