Esta hermosísima noticia sucedió en uno de los aeropuertos más grandes del mundo, el aeropuerto internacional de Atlanta. Ahí es donde trabaja, vive y pasa sus horas olfateando el bueno de Henry, el beagle policía más bebé y encantador del mundo (y lo siento pero tu firulais no tiene las condecoraciones de este perrazo).
En una de sus extendidas horas de trabajo, el tremendo Henry olfateó algo extraño en la maleta de un viajero que venía de Ecuador. Al abrir la maleta, los policías encontraron una hermosísima cabeza de cerdo cocinada que pesaba más de un kilo.
Aquí nos podemos detener un momento para tratar de comprender las motivaciones que llevarían a un hombre enteramente en sus cabales a tratar de pasar por la aduana más estricta del planeta una cabeza de marrano. Neta, una cabeza entera, cercenada, de marrano, bien cocidita, con su aluminio para guardar el calorcito.
La primera hipótesis es que quería tener algo de botana en el trayecto. Como la tía que te prepara la torta de huevo para la combi con la que procedes a partirle la madre a la mañana de todos los cristianos que tienen la mala fortuna de subirse contigo. O como el Don que se sube al Pullman con un pollo rostizado entero y una fanta de tres litros… preparado para el viaje, pues.
La segunda hipótesis es que quería llevarles el delicioso bocadillo a sus compatriotas y pensó que en el gabacho no vendían cerdo o que iba a ser más caro o que no iba a tener el sazón mero de su tierra. Esta hipótesis es absolutamente válida y la cruzada de este caballero es algo que elogiarse: imaginen que están en una tierra hostil que tiene a un presidente naranja y alguien se rifa pasar todo el sistema aduanero con un trompo de pastor. Matrimonio ¿qué digo matrimonio?, casa se le pone.
El caso es que el muchacho ecuatoriano, haygan sido las que haygan sido las razones, se la peló. La cabeza fue destruida (que en paz descanse el hermoso chancho) y Henry se llevó un buen premio por ser un buen chico.
Si esto hubiera pasado en el Aeropuerto de la Ciudad de México, pueden estar seguros que los aduaneros se hubieran comido la cabeza, riesgo fitosanitario aparte. Digo, para eso uno se vuelve agente aduanero en México, ¿no? ¿O ya perdí la brújula del cinismo?
En todo caso, esta maravillosa noticia también nos dio una maravillosa fotografía. Porque, por favor, observen la cara de este Beagle al torcerse al vato de la cabeza de cerdo:
Qué belleza. Aquí podríamos encontrar la perspectiva áurea y una fina relación con el renacimiento italiano. Inspirador.
Así que, amiguitos erizos, sean como Henry y amen su trabajo, aunque no los dejen detectar delicias peligrosas… ni probar los frutos de sus esfuerzos.
Con información de Noticieros Televisa