Muchos las aman, muchos las odian, otros tantos dicen que nunca en su vida han visto una telenovela y sin embargo, ahí están, ahí siguen y mantienen su existencia y producción siempre innovando (o retrocediendo) en sus historias, la forma en que las cuentan y la manera en que dotan de identidad a un país.
La industria de las telenovelas en México fue por años la puerta de entrada de nuestro país a miles de personas alrededor del mundo. No solo en América Latina, pues en lugares tan recónditos como Rusia o China, la gente conoció a Thalía, Victoria Ruffo, Lucía Méndez, Verónica Castro y a un sinfín de actrices y actores que con su personalidad, conquistaron las pantallas chicas de varios países.
La primer telenovela de la historia mexicana fue Senda Prohibida de 1958 en la cual el personaje de Nora, interpretado por Silvia Derbez, se interponía en un matrimonio conservador, aunque al final el mal no lograba triunfar y ella se quedaba sola, mientras el esposo arrepentido, interpretado por Francisco Jambrina, regresaba con su esposa.
Así, con el éxito de Senda Prohibida, Gutierritos y Teresa, las tres primeras telenovelas mexicanas de la historia, la industria siguió creciendo hasta convertirse en lo que es en la actualidad.
Tan solo entre 1958 y 1995, Televisa se encargó de la creación de 543 melodramas y, según datos de BBC en 2006, la empresa producía alrededor de 3 mil horas de telenovelas al año con una inversión de 250 millones de dólares.
Sin embargo, más allá de los altos índices de rentabilidad de las telenovelas y el éxito que han mantenido a la hora de generar ingresos para México y la industria del entretenimiento, las telenovelas son el instrumento con el cual nuestro país ha logrado conquistar fronteras, no guste o no, y es eso de lo que hablaremos aquí.
Verónica Castro: la pionera
Todos hemos escuchado una historia que va más o menos así: un amigo mexicano nos cuenta que estuvo en Colombia, en Argentina, en algún país del Sur, o de cualquier otra parte del mundo y que ahí alguien le dice una cosa más o menos así:
“¿Mexicano? ¡Luis Miguel!, ¡Verónica Castro!, ¡El Chavo del 8!”
Y así, una y mil variaciones del comentario que para nosotros puede sonar sobrado y hasta vergonzoso —¿quién quiere saber nada de El Chavo del 8 en estos momentos de la vida?—, aunque para el mundo, México es un país de tequila, tacos y todo indica, de mucha televisión.
El primer gran ejemplo es de la década de los noventa, cuando en 1992, por la caída de la vieja Unión Soviética, Verónica Castro y Rogelio Guerra fueron nombrados embajadores de la Paz, en Rusia gracias a Los ricos también lloran, telenovela que protagonizaron 13 años antes, en 1979, y que se convirtió en la obsesión del pueblo ruso ávido de dejar atrás la televisión oficialista.
Tal como lo recuerda el artista Pablo Helguera, creador del Instituto de la Telenovela en un artículo publicado por Vice con el título “La pandemia mundial de las telenovelas”, luego de que la televisora rusa Ostankino comprara los derechos de Los ricos también lloran a Televisa en los noventa, no esperaban que el éxito de la historia fuera tal.
“Los ojos verdes bañados en lágrimas de Verónica Castro se hicieron los más famosos de toda Rusia. Las ciudades se paralizaban a la hora de emisión, y toda la nación estuvo de luto el día siguiente al capítulo final. Se estimó que 200 millones de rusos vieron el episodio final de Bogaty Toszche Plachut (así se llamó en ruso), convirtiéndolo en el de mayor audiencia en la historia de la televisión a nivel mundial”.
La misma Verónica llegó a hablar en su momento del fenómeno que representó su personaje de Mariana en Rusia, asegurando que aunque ella no sabía “ni un carajo de ruso”, no podía olvidar la forma en que la recordaban en Europa y en países de América Latina, siendo su actuación la que le traía alegría al público. La novela se tradujo hasta en 25 idiomas.
En países de Europa del Este y en México en 2017, Helguera desarrolló el “Instituto de la Telenovela”, una exposición dedicada exclusivamente a las telenovelas y al impacto que tuvieron en el Viejo Continente con historias con temas de justicia, didácticos y situaciones aspiracionales.
La telenovela representó en Rusia el término del comunismo y la existencia de personajes villanos como el de Esther, interpretado por Rocío Banquells, quien se convirtió en la mujer más mala de Rusia, o el de hombres suaves como Rogelio Guerra, el galán de la época por el cual, muchas personas llamaron Luis Alberto a su hijo, como su personaje.
Sin embargo, el impacto de las telenovelas mexicanas fue antes, mucho antes de Rusia. Liliana Hernández y Ulises Castañeda en un artículo publicado en Crónica recuerdan que a partir de la década de los 70, Televisa ya exportaba sus telenovelas a más de 18 países incluyendo Estados Unidos, y que en 1969, cuando Bolivia inició el negocio de la televisión, compró hasta 400 horas de telenovelas mexicanas para hacerlo.
Las otras telenovelas mexicanas y su mapa
De Rusia a Asia, por Europa, por América Latina y por distintas zonas del mundo, las telenovelas mexicanas, así como las producidas en países como Colombia y Venezuela se fueron convirtiendo en un éxito rotundo.
Además, de Verónica Castro en Rusia, otra de las actrices que logró tener un éxito similar fue Victoria Ruffo con su versión de Simplemente María (1992), una telenovela que tuvo varias versiones, pero que con la actuación de la ahora llamada “Queen de las telenovelas”, se convirtió un éxito.
En marzo de 1994, el gobierno de Rusia organizó una visita similar a la que tuvo Verónica en Rusia, en la cual, la gente abarrotó el aeropuerto para poder ver a la protagonista de Simplemente María en su visita por el país.
El caso de Victoria es también, sumamente interesante, pues su impacto fue tal que recientemente se hizo viral la historia de una mujer migrante originaria de Angola que aprendió a hablar español gracias a las telenovelas que la actriz protagonizó. La mujer, que se hacía llamar María, incluso recibió un mensaje de parte de la actriz.
Pero en el gran mapa, no solo están los casos de Victoria y Verónica.
Thalía logró, gracias a su carrera como cantante y a la trilogía de las Marías, María Mercedes (1992), Marimar (1994) y María la del Barrio (1996) convertirse en una especie de heroína nacional en Filipinas cuando en 1996 visitó Manila, y el entonces presidente del país, Fidel Ramos, la recibió y además, se organizó un concurso para encontrar a la niña más parecida a la actriz.
Tal como lo revelaba una nota periodística del periódico argentino La Nación en 1999, el impacto de la transmisión de Marimar en Costa de Marfil llegó a ser tal, que la rutina religiosa del país se modificó pues los servicios religiosos del islam, cambiaron de hora para que todos pudieran ver la telenovela que representó un mayor impacto que el mundial de fútbol de Francia en 1998.
No solo las mujeres han tenido su impacto, pues llaman la atención ejemplos como el de Fernando Colunga, a quien una banda serbia de metal tomó como inspiración para formar Fernando Colunga Ultimate Experience, en honor del actor de telenovelas como María la del Barrio (1996), Esmeralda (1997) y La Usurpadora (1998).
¿Y cuál es el impacto de las telenovelas?
No solo las historias que llevaron a la pantalla chica productores como Valentín Pimstein y Ernesto Alonso se convirtieron en hitos de la televisión a nivel mundial.
Historias como Cuna de Lobos (1986), llegaron a países como Suecia, Australia, Alemania, China, Italia, Rusia, Nueva Zelanda, Noruega o Líbano. Rosa Salvaje (1987), fue la puerta de entrada de las telenovelas mexicanas en Alemania, y María Mercedes (1992) fue un éxito rotundo en lugares recónditos como Uzbekistán, Armenia e Indonesia.
Actrices como Lucía Méndez o Lucero, se convirtieron en nombres de referencia en países como Brasil, en donde fenómenos como el de Rebelde (2004) subsistieron dejando una gran base de fans de los protagonistas que día con día, siguen al pendiente del trabajo de sus actores favoritos que nacieron de esas historias.
Poco a poco, estos actores y actrices han ido saltando a otros espacios como series y películas. Tal es el caso de Maite Perroni quien ahora triunfa en Oscuro Deseo, aunque en el pasado generaba burlas por su actuación en Cuidado con el Ángel; Eiza González, quien ahora conquista Hollywood aunque nadie olvida su paso por Lola érase una vez; o Danna Paola, quien estelarizó Atrévete a Soñar, pero ahora triunfa gracias a su paso por la serie española Élite.
Las telenovelas mexicanas, lo queramos o no, se convirtieron en una demostración del potencial que México tuvo en la industria del entretenimiento, y que puede mantener aún con las críticas a estas producciones y sus detractores, quienes las califican como producciones de bajo coste y un mal mayor para el país.
Al final, las telenovelas nos han mostrado que las grandes historias viven más allá de cualquier otra historia novedosa que se nos pueda presentar sin importar su formato, y que si evolucionan correctamente, pueden llegar muy lejos.