¿Quién dijo que el arte tienen que ser siempre bello? ¿Que toda representación debería tener el empalagoso y vibrante esplendor de una cuadro rococó? Conozcan la fotografía de Joel Peter Witkin.
¿Grotesco, no? Aunque pueda parecer antiintuitivo, lo grotesco también es una categoría en el arte, junto a lo bello, lo sublime, lo feo o lo trágico. En lo grotesco se presenta una ruptura del orden, de la expectativa; lo grotesco es un absurdo, un feo absurdo que causa repulsión (y una ligera maravilla, por no decir morbo).
Naturalmente, la obra de Witkin ha sido fuertemente criticada y catalogada como explotation, es decir, que su único valor es el impacto por el impacto.
Los modelos usuales de Witkin son cadáveres, partes de ellos y parias del canon de belleza: personas con enanismo, con deformaciones o amputaciones, mórbidas, intersexuales o fenómenos de circo. Además, maltrata sus negativos para darle un acabado como de daguerrotipo a sus fotografías.
La mayor influencia en su arte fue un terrible accidente vial que presenció de niño.
Pasó un domingo mientras mi madre, mi hermano gemelo y yo bajábamos las escaleras de nuestra vivienda. Íbamos a la iglesia.
Mientras caminábamos por el pasillo hacia la entrada del edificio, escuchamos un choque increíble, mezclado con gritos y súplicas de auxilio.
En el accidente se vieron involucrados tres carros, todos con familias adentro. De alguna manera, entre la confusión, ya no estaba tomado de la mano de mi madre.
Desde la banqueta donde estaba parado, pude ver algo rodando desde uno de los carros volcados. Era la cabeza de una niña pequeña.
Me incline para tocar el rostro, para hablar con él, pero antes de poder tocarlo, alguien me apartó.