Recomendación semanal: Ready Player One, la película más divertida para acabar las vacaciones

Queridos Erizos, esta semana les traigo una recomendación cinéfila que los va a hacer disfrutar como chamacos en dulcería.

El nombre más conocido de Hollywood -fuera de Harvey Weinstein, claro- ha regresado.

Se trata del gurú de los blockbusters, el creador de las películas de aventura que recordamos, el gran vengador del holocausto: Don Steven Spielberg.

Últimamente, queridos Erizos, seguro han escuchado más ese nombre relacionado a dramas sobre periódicos y películas históricas que se clavan rudo con la historia del país vecino pero que, en realidad, no han interesado gran cosa al público nacional.

Y sí, ese es el asunto, Steven Spielberg tuvo momentos en los que alternaba las locuras de aventuras y acción con películas más serias. Con eso, apapachaba a todos los cinéfilos de domingo que quieren divertirse con un bote de palomitas y a los mamones productores de Hollywood que reparten estatuillas doradas.

Sin embargo, desde hace algunos años, Spielberg dejó de hacer películas divertidas, familiares, de aventura rifada. Digo, sí hizo una cuarta entrega de Indiana Jones y una cosa horrendamente ñoña que se llama The BFG… pero no me pueden decir que disfrutaron de esos bodrios.

Ya no había pues esperanza de que el gran director y productor que nos trajo Volver al Futuro, Tiburón, Gremlins, E.T. y tantas otras joyas, regresara a las andanzas palomeras de diversión…

Y he aquí que, a sus más de setenta años, Spielberg nos sorprendió a todos adaptando la primera novela del ñoñísimo Ernest Cline al cine.

¿Alguno de ustedes sabe de qué va el asunto? ¿Leyeron por ahí esa locura de referencias que es Ready Player One?

El asunto va más o menos así: en el año 2044 se agotan los hidrocarburos, la tierra está destrozada y la economía mundial pende de un hilo. Pero a la sociedad ya no le importa esta realidad: todos viven inmersos en el OASIS; una simulación virtual tan inmensa como inagotable.

La gente va a la escuela ahí, compra todo lo que tiene ahí, vive todas sus relaciones sociales ahí.

Pero el OASIS esconde un secreto único: su creador, James Halliday escondió un tesoro, un easter egg, para que el mayor conocedor de sus obsesiones geek lo encuentre. El primer personaje virtual que encuentre este tesoro, ganará control total sobre el OASIS y todas sus riquezas…

La pelea, en el libro y en la película, es entonces entre los grandes ñoños del OASIS (los gunters o “easter egg hunters”) que quieren mantener el carácter gratuito y comunitario de la realidad virtual y una compañía devoradora que quiere ganar la caza al tesoro para limitar el acceso al OASIS con cuotas y publicidad.

Como se darán cuenta, queridos lectores de la eriza, esta ñoñería de argumento retoma una vieja lucha, en nuestro mundo, entre el internet libre y democrático frente a los que quieren compartimentalizarlo y venderlo.

Y, en medio de todo eso, el libro está lleno de referencias ñoñas a videojuegos y juegos de rol de los ochenta, películas y locuras noventeras y, básicamente, toda la cultura popular con la que se formó el autor, Ernest Cline.

Ahora que Spielberg agarró este libro para hacerlo una película de diversión dominguera, borró muchísimas referencias demasiado oscuras para darnos una película de acción y aventura como hace mucho no se veía en cines comerciales.

De entrada, el 60% de la película está hecho por computadora con efectos que son verdaderamente espectaculares. En serio, nada se ha hecho así desde Avatar de James Cameron.

Pero lo más divertido de esta película no son sus efectos o los maravillosos movimientos de cámara, ni la forma de narrar historias de Spielberg. No, lo más impresionante de esta cinta es que me recordó lo que se sentía ser niño e ir a ver películas de la mano de mi papá.

Ir a ver Volver al Futuro, Gremlins e Indiana Jones era algo incomparable. Eran películas que no tenían mucho sentido pero que volcaban todo el corazón en divertir, sobresaltar y enamorar.

Ahora, cuando salí de ver Ready Player One, recordé las películas que me emocionaban en las repisas de un videocentro; las películas que me sabía de memoria y eran épicamente impresionantes.

Con esta cinta, queridos erizos, me acordé de mi emoción por el cine dominguero de chamaco y eso me sobra para recomendarles ir al cine y disfrutar lo mismo que disfruté…

En serio, ¿Qué mejor manera se les ocurre de acabar las vacaciones que regresando a la emoción inocente de las palomitas y el escape aventurero?