Un grupo de científicos rusos ha estado estudiando un parásito común, el Diplostomum pseudospathaceum. Quizá no sea el más guapo de todos, pero tiene un truco muy particular (por no decir, asqueroso): puede ayudar a mantener a su anfitrión a salvo de sus depredadores. Awww, qué bonito… o no tanto. Este parásito habita en los ojos de los peces y cuando está maduro y listo para reproducirse, facilita que su anfitrión sea cazado y devorado. Ay, qué feo eso.
Una casa (animal) diferente para cada etapa de la vida
El pequeño intruso tiene un ciclo de vida que se desarrolla en tres diferentes animales. Al Diplostomum pseudospathaceum le gusta hacer el amor dentro del tracto digestivo de las aves. Mhhh, es muy íntimo y calientito ahí adentro. Los huevos del parásito salen al mundo dentro de las heces de pájaro y finalmente eclosionan en el agua. Las larvas entonces buscan caracoles de mar que infectar. Dentro de estos moluscos, los parásitos crecen y se multiplican. ¿Cómo? ¿No que solo hacían el dulce amor en las tripas de los pájaros? Pues sí, dentro de los caracoles las larvas se multiplican asexualmente. Recuerden, para amar a alguien más, primero tienes que amarte a ti mismo y reproducirte asexualmente. Cuando el parásito es liberado del caracol, busca a su siguiente anfitrión: peces, cuya piel penetra e inmediatamente se aloja en los ojos.
Además de ser la ventana de las no existentes almas, los ojos no tienen circulación sanguínea interna y el sistema inmune no puede atacar al bichito bonito del amor y la manipulación parasitaria. Cuando el pez es comido por un ave, el ciclo empieza de nuevo.
Ahora me sirves, ahora no
Un grupo de científicos rusos estudió al Diplostomum pseudospathaceum en 2015 y descubrió que cuando es joven, sus anfitriones nadan con menor brío de lo usual. Este comportamiento hace a los peces menos visibles para los depredadores, además de hacerlos más difíciles de atrapar con una red. El mismo grupo de investigadores repitió su estudio, pero ahora con parásitos maduros y listos para aparearse. Descubrieron que estos peces infectados nadan con más brío y más cerca de la superficie. En otras palabras, se vuelven presas extremadamente fáciles.
Es más, los científicos emularon el ataque de un ave haciendo cruzar una sombra por el estanque de los peces y ¡oh sorpresa!. Todos los peces tuvieron un momento de quedarse quietos, pero aquellos infectados con parásitos maduros se descongelaron mucho más rápido. Cuando un pez tiene tanto parásitos maduros como imberbes en sus ojos, el comportamiento suicida se impone. Es decir, las ganas de hacer el amor pueden más.
No es la primera vez que vemos este comportamiento parasitario, pero aún así el resultado de estos estudios nos ayudan a recordar que vivimos en un lugar mezquino y cruel.
Vía New Scientist