Parece que cada vez hay menos gente fiel y leal en el mundo y para mala suerte de muchos, estos solo demuestran ser horribles hasta el momento menos indicado… como antes de tu boda, pero esta novia nos enseñó que la venganza puede ser muy dulce y fresca, hasta cuando sucede en Monterrey.
La historia va más o menos así: al parecer estaba por celebrarse una bodirri bien rikolina por ahí, en alguna de las colonias calurosas y poco sombreadas de Monterrey, pero como la vida no es tan bella como siempre la pensamos, pasó lo obvio: el caos.
Solo que esta vez el caos no era por no saber decidir entre qué centros de mesa dar o cómo poner a los padres de los novios lejos unos de otros… el caos fue la infidelidad del tremendo cochinote que quería matrimoniarse.
Como lo deja ver claramente estas dos fotos de la extraordinaria e ingeniosa venganza, el tal “J” estaba en planes de casarse con nuestra amiga que se dio cuenta a tiempo y no lo dejó apoderarse de la mitad de sus cosas (legalmente, claro).
Pero el sujetillo este tenía un secreto y es que andaba de perro detrás de otras personas, mientras su futura esposa andaba ahí sufriendo para ver cómo le hacían con el bodorrio; todo se descubrió y antes de armar una zona de guerra, prefirió tomar una vía más elegante y confrontarlo con el vestido de novia que ya no va a ver en uso junto a esta manta que espanta más que las que dejan por algunos puntos de la ciudad con mensajes intimidatorios.
Según cuentan, después de un rato llegó un sujeto y tiró el vestido en el asfalto con lo que se llenó de lodo y tierra. Seguramente el vato que lo tiró era el tal “J”, que con la cara llena de vergüenza se enteró que su boda dijo adiós y que se puede quedar con un vestido que nunca tuvo el honor de ver puesto en alguien más.