Karen Szewc y John Updegraff son dos granjeros de ovejas que protegen a su rebaño con seis mastines tibetanos… seis mastines tibetanos que al parecer ladran todo el día, por lo que un juez ordenó que sus cuerdas vocales sean quirúrgicamente cortadas.
Todo empezó en 2002 cuando Szewc y Updegraff, que viven en Oregon, Estados Unidos, empezaron a criar la raza de perros para defender a las ovejitas de otros depredadores. Todo muy bonito, muy bucólico, salvo por el constante ladrido de los perros. El hecho de que los animales pasaran la mayoría del tiempo en el exterior tampoco ayudaba. Los primeros en quejarse fueron los vecinos Debra y Dale Krein, pero no fueron los únicos.
El Condado de Jackson se unió a la queja legal en contra del continuo ladrido, alegando que el ruido violaba las normas de urbanización. Sin embargo, Szewc apeló las quejas asegurando que su granja (que también tiene gansos y gallinos) posee otro tipo de regulación más allá de la “urbana”. Es decir, que ella estaba en todo su derecho de tener a los perros (y los perros podían hacer todo el ruido que quisieran).
La justicia es ciega, pero no sorda
El caso dio varias vueltas, pero finalmente la Corte de Apelaciones de Jackson le exigió a los granjeros que hicieran algo al respecto con el ruido. Asunto complicado, decirle a un perro que no ladre no es tan sencillo como decirle que se siente. O mejor dicho, sí es sencillo decirlo, es complicado que lo cumpla.
Si Szewc y Updegraff lo intentaron, no sabemos, pero aún después de la orden de la corte el ruido continuó. Es más, la pareja compró más perros, siendo en total seis mastines tibetanos que se turnaban para ladrar todo el día. Cositos. Según los infelices y fastidiados vecinos, Szewc y Updegraff no hicieron nada para calmar a sus perros sobreexcitados.
“Los perros son mis empleados. No tenemos a los perros para molestar al vecindario. Tenemos a los perros para proteger a nuestro ganado. El próximo paso es comprar un arma, pero no necesito un arma si puedo cuidar a mis ovejas con unos perros”, comentó Szwec.
A los vecinos les importó más tener paz y volvieron a acudir a las autoridades para denunciar el ruido.
Aún así, independientemente de la función de los perritos y su guapura, la tranquilidad vecinal ganó ante la corte el pasado abril. El último intento para reducir la pena fue negado. La pareja no solo tendrá que indemnizar con $238 mil dólares a los Krein, sino que también tendrán que cortar las cuerdas vocales de los perritos.
La pareja naturalmente está indignada. Nos gustaría pensar que si regalan a los perritos, podrán librar su quirúrgico destino.
Vía Infobae