¿Se acuerdan cuando las mascotas eran esos animalitos que regañabas cuando se metían a la casa, se subían a la mesa o trataban de entrar a espacios designados específicamente para humanos? Esos tiempos de la mascota en el jardín terminaron hace mucho, para darle paso al fenómeno de los perrijos. Perritos y gatitos que son tratados como un miembro más de la familia.
Les ponen ropa ridícula, tienen niñera, son regañados como si fueran niños, los llevan al psicólogo y hasta tienen sus propios cuartos. Molly es uno de estos perrijos.
Los padres de Molly le avisaron que estaba por convertirse en hermana mayor de un humano. Como es de esperarse, la llegada de un nuevo niño siempre pone en crisis al mayor, pues significa tener que abandonar su privilegio y compartir con alguien más el amor de sus padres.
Para que Molly no se sintiera desplazada, sus padres decidieron construirle su propio cuarto, abajo de las escaleras.
Ese espacio estaba vacío, así que decidieron tumbar la pared y hacer uso de él.
Derrumbaron la pared.
Colocaron papel tapiz en los muros.
Pusieron camitas, un sillón de su tamaño, peluches y adornos.
Al final, a la tal Molly le fue mejor que a mi cuando nació mi hermano.