Campeche es un lugar mágico, donde la vida sucede lento y la modernidad aún no arruina la vida de las personas. Sin embargo, estos llegan poco a poco, pero los campechanos se siguen resistiendo. Basta solo con ver lo que le pasó a su dispensador de agua, instalado en su Universidad, que a dos meses de ser estrenado ya murió.
Parece que sobrevivir en un mundo lento como el de Campeche es tarea difÃcil. Y es que no sabemos si este pereció por falta de mantenimiento, por ausencia de garrafones o porque la gente no se acostumbra a dejar de llenar sus botellas en el arroyo más cercano a la Universidad.
De nada sirvió que se anunciara con tanto entusiasmo y emoción, porque todo lo bueno dura poco como podemos comprobarlo. No bastó para los alumnos que su administración hiciera el esfuerzo titánico de ir al Sam’s más cercano a comprarlo. Malagradecidos.
Según informan otros sitios nada confiable como nosotros, la razón de este abandono es que nadie quiso volver a ponerle un garrafón y por eso ya está todo abandonado, solito sin poder cumplir su función: llenarse de hongos e hidratar de manera dudosa a los estudiantes.
Esto es una tragedia de gran magnitud que no se veÃa en nuestro paÃs desde que las escaleras eléctricas de Tlaxcala fueron apagadas de noche. Por fortuna, este pequeñito Estado mexicano se resiste menos a la modernidad que Campeche.
Asà que ya lo saben, el nuevo Tlaxcala es Campeche, porque no pudieron darle una vida digna de recordarse a este dispensadorbebé que ahora sufre en una orilla, llenándose cada dÃa de más polvo, sufriendo el desabasto de agua, como si fuera un iztapalapense cualquiera.
Ojalá en un futuro esta universidad y su comunidad sepan aprovechar más su presupuesto, que bien podrÃa ser usado para proyectos o para renovar los materiales de estudio, pero que se utiliza para que ustedes tengan agua y, aún asÃ, no lo aprovechen.