Ohhh Pigcasso, me gustaría tener el sensible tacto misantrópico del Dr. Pangolín… pero el mundo me hizo como soy y soy un ser que ama las carnitas.
Nana, buche, nenepil, cuero, trompa y achicalada son la única religión de mis domingos…
Pero, a pesar de mi devoción a las enfermedades cardiacas, este cerdo maravilloso mata el hambre…
Vean lo adorable que es Pigcasso, el cerdo pintor de Sudáfrica:
¿Y cuál es la historia de esta hermosura creativa?
Hace unos años, Joanne Lefson de Ciudad de Cabo rescató a un cerdito de una enorme granja porcina y lo llevó a su casa, el Farm Sanctuary SA.
En ningún momento sospechó de la pendiente artística del cerdo… pero pronto se dio cuenta de cómo Pigcasso podía blandir pinceles con gracia.
Lefson explica que los pinceles que dejaba por ahí regados era lo único que Pigcasso no se comía. Ya saben, por ahí esta la teoría de que los cerdos pueden comer absolutamente todo…
Entonces, Lefson le puso pinturas y lienzos enfrente y el cerdo empezó a hacer lo suyo.
Su dueña lo describe como expresionismo abstracto y se trata de pinturas amarillas, azules y verdes (que es el rango dicromático que ven los cerdos) y algo de rojo.
Por supuesto, muchas personas dudan del valor artístico de las pinturas. Y es aquí en donde entran todas las reflexiones mamonas sobre si se necesita tener autoconsciencia, crítica y pensamiento lingüístico para hacer arte…
Y luego, para callar todas las discusiones mamonas, podemos decir que no importa gran cosa.
Porque a Pigcasso le vale madres que sus cuadros se cuelguen en un museo o que Bellas Artes le haga una retrospectiva o que la Evangelina Lesper le mente la madre sabroso…
En realidad, este cerdo hermoso de 200 kilos -que es, más o menos, lo que pesa Carstens- pinta por una recompensa que le gusta más que nada en el mundo y que cambiaría por la mismísima Mona Lisa: la botana.
Cada vez que Pigcasso termina una pintura, su dueña le da un refuerzo positivo en forma de bajón. Y el cerdo ahí anda pinte y pinte para satisfacer su insaciable apetito -que es, más o menos, lo que hace Carstens en finanzas-.
Los cuadros de Pigcasso, sin embargo, se venden en exposiciones alrededor del mundo y la gente llega a pagar 1000 dólares por cada uno.
El dinero sirve para mantener la granja de Lefson y financiar sus esfuerzos para salvar a animales de la voraz industria alimenticia mundial.
Entre los hermosos casos de rinocerontes, pingüinos, osos y simios que pintan, tal vez Pigcasso se gane el premio de carisma… y del mejor nombre.
Y, como bien dicen ahí en National Geographic, ¿qué importa que solo pinte para comer? ¿Acaso no es lo que hacen todos los artistas?